lunes, 26 de agosto de 2013

Cristales.

Devuélveme el invierno,

los labios cortados,
los párpados entornados,
los terremotos interiores
cada vez que nos rozaba el viento.

Ya sé que el tiempo,
lo inviertas donde lo inviertas,
sólo trae pérdidas;

tú no eras un valor seguro
pero tampoco esperaba esta quiebra,
y ahora nos queda
mucho más
que echar de menos:

la colisión de nuestras soledades,
los terribles huracanes,
tus manos empujándome al volcán
y tus ceniceros,
cementerios de aves Fénix.

Hoy las ventanas esperan al diluvio
para poder llorar sin que las vean,
hace tiempo que no las rompes
y saben que no volverás a hacerlo.

No deberías andar descalza
porque aún quedan cristales
(pero de esferas de relojes)

y en el suelo sigue flotando
un charco de horas.

Lo siento,
vas a tener que devolverme el invierno
que te dejaste donde perdimos el Norte.

Debió de ser
al Sur de la catástrofe.

viernes, 9 de agosto de 2013

Vistas al mar.

     Cualquiera diría que los muros de esta habitación están hechos de cúmulos de Vacío.
     Las ventanas y puertas, de par en par abiertas, dejan entrar el agua. La marea ha subido y se ha llevado todos los poemas escritos en la orilla. Es caprichosa.
     En cambio, tú no has vuelto a pasear por las arenas de este anti-locus amoenus donde te divertías desinflando sueños con la aguja de tu tacón. Y casi que mejor.
     Ya no hay tormenta; sólo estoy yo, solo, acompañado de ese viento suave que acaricia hasta los huesos y del incesante estribillo que cantan las olas (como si se les hubiese olvidado el resto de la canción).
     Por fin puede decirse que todo ha vuelto a su lugar, pero con las estanterías cambiadas de sitio.
     A veces hay que cambiar de sitio los muebles, ¿sabes? Para convencernos de que dejar las cosas tal y como están no es siempre la mejor opción. Eso o que la chorrada del feng-shui es cierta y lo veo todo mejor.
     La verdad es que me ha venido bien que te fueras, porque eso de ser medio dos me quedaba grande y no cabía en esta habitación sin paredes ni cortinas. Antes entrabas tú, ahora entran los rayos melosos del crepúsculo y el agua de mar (si escuece es que está curando); no es tan diferente al fin y al cabo.
     Cualquiera diría que los muros de esta habitación están hechos de cúmulos de Vacío, y con razón, porque antes los ladrillos eran tus huesos y el cemento tu saliva.
     En fin, al menos ahora tengo vistas al mar.